domingo, 29 de septiembre de 2013

El caso de un adolescente de 14 años.



Alex tiene 14 años. No estudia. Su comportamiento no es negativo, simplemente que no estudia. En clase rara vez trabaja, en casa no dedica ningún tiempo a los estudios y suspende la mayoría de las asignaturas. Sus profesores y sus padres dicen que solo está desmotivado.

En casa no le falta de nada: tiene su habitación propia, TV, videojuegos… Suele ir a la última en telefonía móvil y no le falta su dinerillo para las salidas.

Ahora quiere una moto. Sus padres le prometieron que si aprobaba en Navidad se la compraban. Al final no aprobó pero se la compraron. Explicaron que era para que viera lo que sus padres lo querían y así se motivara. ¿Les resulta familiar este caso?

No suelo adentrarme en la etapa de Educación Secundaria ni más allá de los 12 años. Sin embargo, en los cursos que imparto sobre mejora de la conducta solemos estudiar algunos casos y como acuden profesores de ESO, tratamos algunos casos típicos.

Análisis del caso
En la situación de Alex, está claro que estudiar no es reforzante, no consigue nada haciédolo. En realidad lo tiene todo y ponerse a estudiar no le aporta inicialmente nada, al contrario supondría renunciar a lo mucho que tiene.

Incluso sus padres, sin querer y sin mala intención, están reforzando su conducta: “no estudias, te premio con la moto… eso sí para motivarte”.

Tampoco hay una situación de privación. La modificación de conducta, en muchas circunstancias se basa en algún tipo de privación cuya satisfacción puede usarse como refuerzo.

Lo más probable además, es que Alex haya vivido esta historia a lo largo de su vida: ha conseguido las cosas sin esfuerzo y ha aprendido a conseguirlas sin él.

Propuesta de intervención
Si queremos modificar la conducta de Alex y que finalmente estudie, hay que cambiar la situación. En estos casos, lo más efectivo suele ser llegar a un “contrato de conducta”: algunos privilegios (reforzadores) se conseguirán a cambio de los resultados académicos.

Por ejemplo, dinero, recargas para el teléfono móvil, tiempo de salidas, uso de los videojuegos… Solo se disfrutan si consigue resultados en sus calificaciones.

El planteamiento parece muy sencillo y, cuando se lleva a cabo es efectivo, sin duda: la modificación de conducta funciona así. Al crear un estado de privación, los privilegios cobran valor  y obtenerlos suele ser reforzante.

…y sin embargo, no se llevan a cabo
Durante muchos años trabajé en Secundaria y todavía atiendo a algunas personas de confianza con hijos en esta etapa. En más de la mitad de los casos este tipo de programas no se llevan cabo. No se cumplen las condiciones: los padres no refuerzan si se obtiene los resultados; sino que volvemos justo al contrario: primero dan el privilegio (como la moto) para ver si así estudian. Conseguido ya el premio, no vale la pena esforzarse por él.

Las excusas… todas las que queráis: que ya va mejor (cuando no se le ha dado tiempo a modificar la conducta), que ha prometido que va a estudiar, que está estudiando (aunque no haya todavía resultados), que saben que obran mal, pero le da pena, que tienen miedo a que consiga el dinero por otros medio, que tienen miedo a la ira (o violencia) de los hijos… o culpan al “terapeuta”: que esto no da resultado, sin darle el margen de la duda de ponerlo en práctica.

Mi consejo final

A los orientadores, familias o profesionales que desarrollamos este tipo de programas un consejo: si no se va a poder llevar a cabo (por los motivos que sean), mejor no intentarlo, porque suele empeoras las cosas.

Quizás sea una actitud un tanto radical, pero la experiencia y el mismo funcionamiento de la modificación de conducta, es lo que aconsejan.

www.jesusjarque.com

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